"thoughts"

Todos los lugares que habito

Las frutas que caen de los "palos", las carros que resuenan sobre la sábana y la música que se escucha en las lomas. Cada uno de estos constituyen un vacío completo; una identidad a retazos y en personas.

En una esquina de una calle cualquiera, una mujer trenza su cabello mientras habla de las lluvias. En la otra esquina, un hombre narrando con orgullo la historia de su familia del campo, y en la otra un niño maravillado con fotografías de edificios de una ciudad gigante. Dejas el lugar con algo más que un saludo por cada uno; sales llevandote un eco, una historia que no es tuya pero que, sin darte cuenta, empiezas a tejer en tu propia narrativa.

Cada conversación deja una marca, cada gesto compartido una arruga en la piel del alma. Y así, sin buscarlo, llevas contigo el acento de un extraño, la receta de una sopa que probaste una vez, y la risa de alguien cuyo rostro ya olvidaste.

Un día alguien te cuenta un sueño, y te das cuenta de que en su relato hay palabras tuyas, maneras de decir que nunca pensaste que viajarían tan lejos. Sin darte cuenta, habitas en los otros, y los otros te habitan a ti.

En el fondo, la identidad no es más que el eco de todas las almas con las que has cruzado. Te construyes de los pedazos de vida que recolectas, de los caminos que recorres y de los vínculos que, aunque efímeros, dejan una huella. Así, el corazón humano se convierte en un mapa, trazado no con líneas fijas, sino con pinceladas de encuentros y despedidas.

Cada fragmento, cada rostro, cada voz deja en ti un susurro, y en ese susurro se dibuja quién eres. Quizá, al final, ser no es otra cosa que ser todos.

Ángeles somos

Cartegena es tan particular que después de que los niños endulzan su noche de 31 de octubre, la mañana siguiente dentro de colegios, barrios, o urbanizaciones, buscan cómo cuadrar el almuerzo.

"Limosnas para nosotros mismos". Inocencia y picardía de una tradición con referencias católicas pero con refranes y cánticos poco cristianos. Pidiendo papas, verduras, yuca, carnes o plátanos, maldecir o bendecir se convierte en la misma tarea. Aunque siendo niños no se interioriza qué es lo que se está pidiendo ni muchos menos lo que se dice, al final encuentras lo que quieres, ser protagonista por al menos un día más.

Sobre todo lo que se pueda interpretar de la herencia y del show, es una elogio noble a la invitación; "no he venido por el agua si no por venirte a ver".

Nunca estoy

Desde que tengo memoria deseaba salir de mi ciudad y poder conocer y hacer cosas diferentes. Cuando creces en una ciudad lo suficientemente pequeña, no te queda otra que agrandarla yendote. Como si fuera la vida de un vagabundo perpetuo. Resultado de esto -y sin querer- el concepto de hogar para mí se convirtió en una noción fluida, casi etérea.

Cada viaje de vuelta era como entrar a un lugar donde reconoces lo que ves pero sientes que no perteneces del todo ya. Siempre hay una innegable sensación de extrañeza. Las relaciones no se salvaban, casi todas terminando en la misma conversacion y de "hablar 35 veces sobre la misma mierda"; por qué te vas. Era una sensación de dejar de estar para poder "estar" pero en otro parte, en otra casa, en otra vida. Un vaivén.

La mitad de mi vida ya esta repartida en otras calles. En ese tiempo, mi ciudad natal se ha convertido en un lugar al que vuelvo ya no tanto por deseo, sino por necesidad. La batalla de mi mamá contra el cáncer, las cirugías de mis abuelos, cada visita es marcada por una mezcla de deber y temor. Al final estoy atado a un pasado del que no puedo escapar, ni un futuro al que puedo abrazar plenamente.

Todas mis mamás

Caserío

Colombia es un constante pensar, "vivo dentro del indio y no se cuál es cacique". Mucha gente para tanto rancho.

Demasiado arreglos de orquesta para tanta mierda de parte de muchos caciques que quieren protaganismo.

لا ظلام مثل الجهل.